Gato con Lentes Opinión

Juan Villoro: los ídolos también se tiran pedos

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unogermango

24 julio, 2018 @ 11:34 am

Juan Villoro: los ídolos también se tiran pedos

@unogermango

Imagen: El Colegio Nacional

Nos hace falta saber algo en el escándalo literario del momento: ¿qué le hizo Tryno Maldonado a Juan Villoro? Es necesaria una acción para una reacción, apunta un tal señor Newton. Y debe haber sido algo grande para obtener una respuesta tan interna, que hiciera al cronista soltar ese jab deslucido a la mitad del combate. Lo que leímos en el diario Reforma fue un posible maquinazo proveniente desde el hígado, sin revisión y sin cuidado, presto a enviarse a alguna bandeja de entrada del periódico justo antes de cerrar la edición. Quizá fue así porque no hay forma de entender cómo alguien con las agudas cualidades de Villoro pudo haberse desnudado, frente al mundo, de esa manera.

No sólo hizo trizas su reputación sino trajo al debate, otra vez, la costosa maquinaria que sostiene a la intelectualidad mexicana. Resucitó la discusión sobre las prerrogativas de las cúpulas literarias y lo complejo que es llegar a ellas, no sólo como escritor, sino, simplemente, como ciudadano que quiere saber cómo se gastan los intelectuales su dinero. El ojo de los críticos está, nuevamente, sobre las fabulosas ventajas del intelectual sometido, del escritor que se acomoda en el jet set del creador institucional. El problema, su problema, es que éste no es momento para que las élites se sometan a juicios y debates.

Delimitemos la trama. Juan Villoro escribió sobre “Charly Girón”, que es cualquiera, pero se parece a Tryno Maldonado, y esa i griega tan escasa en los nombres propios, se convierte en altamente sospechosa. No recuerdo haber leído algo tan visceral emanado de la pluma de Villoro. Por el contrario, sus lectores estamos acostumbrados al despliegue erudito en sus crónicas y a las poderosas imágenes que consigue sacar de los más triviales sucesos. Esta explosión tan repentina nos hace dudar que el destinatario exista y hasta podríamos creer que Villoro, de nuevo, creó a un espléndido personaje de ficción. Pero las similitudes son demasiadas.

Imagen: Twitter de Tryno Maldonado.

Charly Girón, dice Villoro, descubrió que “en la red el odio es una forma del proselitismo”. Curiosamente, quien lo descubrió fue el mismo Villoro. No se dio cuenta que el ánimo social ha cambiado y poco se les disculpa a las élites por estos días. Y Villoro, es innegable, pertenece a una de ellas. Las redes, especialmente Twitter, devoraron la imagen pública de un escritor querido y respetado como Juan Villoro. Tryno Maldonado, la supuesta víctima, no moviliza lectores de la forma en que él lo consigue, aun así, Villoro no supo leer la actualidad y fue juzgado por esas redes que tanto apoyo le han ofrecido siempre. No era para menos. Afrentó con verdaderas bajezas a un colega en condiciones desiguales. Insultó a su madre y su ciudad, se mofó de su ropa, denigró los esfuerzos iniciales de los escritores jóvenes y describió, con desprecio, el trabajo que realizaban quienes no son escritores consagrados. Odiar a Tryno Maldonado es cosa suya, pero finaliza con la frase: “es un hombre de su tiempo”. Es decir, somos todos los receptores de su ánimo.

El primer acto deleznable fue hablar de él con otro nombre. Pensemos que no hablaba de Tryno Maldonado. Da igual. No hay modo de soslayar las injurias con que se dirigió a quien haya sido su inspiración. El escritor Heriberto Yépez, en su página Border destroyer, realizó una disección interesante de cada párrafo. Con detenimiento, consideró el peso de las palabras arrojadas y las conclusiones son contundentes, porque ni siquiera fueron necesarias intervenciones teóricas sociales ni psicoanalíticas: no hay una frase que no demuestre arraigados prejuicios sociales en la mente del escritor.

Sin embargo, los prejuicios del cronista no son de nuestra incumbencia. Más allá de la personalidad de Juan Villoro, relucen nuevamente temas espinosos en el ámbito literario e intelectual. Algo que le recrimina Villoro a Girón es solicitar becas a pesar de “despotricar contra el patrocinio oficial a los artistas”. ¿Patrocinio oficial? El dinero de las instituciones es un eufemismo porque es dinero de los contribuyentes, es decir, de los mexicanos, es decir NO le pertenece a los gobiernos. ¿Por qué razón los críticos al gobierno no pueden solicitar becas? Lo que sucede es simple, simplísimo: hay corrupción en las instituciones y eso es lo que se señala. Quienes otorgan las becas, quienes recomiendas a los mismos amigos siempre, quienes someten la literatura a unas cuantas mafias intelectuales son apenas un puñado de poderosos escritores y editores, y en ese círculo, es lamentable decirlo, aparece muy seguido el apellido Villoro.

El desliz de Juan Villoro debe servir para regresar al debate sobre el apoyo a los creadores. Es necesario y no debería desaprovecharse la oportunidad. En esta inercia política donde se discuten los salarios de burócratas y altos funcionarios, debería instalarse el juicio a las instituciones culturales. Es el momento de sacudir lo que parece inamovible. Que lleguen otra vez las preguntas insidiosas: ¿quiénes son los jueces de los concursos literarios? ¿Cuánto se les paga? ¿Quiénes viajan a las ferias internacionales de libro y por qué son siempre los mismos? ¿Cuáles son las condiciones para otorgar becas y apoyos? ¿Cuánto dinero de los contribuyentes termina en las editoriales transnacionales por coediciones? Los funcionarios deben comenzar, de forma obligatoria, a respondernos.

Lo más probable es que las redes no sean las únicas que hayan regañado a Juan Villoro. Los miembros de El Colegio Nacional deben haberse puesto nerviosos. La actitud de uno de sus más célebres miembros los lleva, otra vez, a ser motivo de observación. Hace apenas un año, la escritora Sabina Berman destapó la inequidad de género en esa especie de Club de Tobi millonario. La opacidad y a veces abierta discriminación ha conseguido que sólo tres mujeres se hayan “colado”, como dice el mismo Villoro, a una cúpula intelectual en la que un grupo de sabios gasta millones de pesos para promover algunas conferencias y editar algunos libros. La ciudadanía le responde de forma espléndida a una institución que no le responde igual a esos ciudadanos. Las más grandes mentes de este país son cebadas con dinero a cambio de nada. ¿Dónde estaban esos intelectuales en estos tiempos aciagos? ¿Dónde estaban sus inteligentísimas reflexiones mientras el país era destruido? Un asiento de plata en una institución de engorda los invitó a guardar silencio.

El desliz de Villoro incluye una cita escatológica de Rafael Sánchez Ferlosio: “la moral del pedo”, relativa a que la gente cree que sólo los pedos de los demás apestan. Su texto no podía terminar de otra manera. En más de diez párrafos se contuvo de arrojar, como mínimo, una mentada de madre contra Charly Girón. Era más sencillo hacerlo y explotar con una retahíla de groserías. Los mexicanos tenemos un amplio léxico para ello. Debió hacerlo y no tratar de maquillar su enojo ni de adornar el odio con estructuras gramaticales perfectas. Escribir el nombre del aludido, acompañado de un sonoro “¡pendejo!”, hubiera evitado quedar encuerado frente a las redes sociales. Juan Villoro era el hijo predilecto de la sociedad de las letras mexicanas. El sucesor de Carlitos Monsiváis, decían. Y nada le quitará la magnífica pluma que lleva consigo, docta y suave, impresionante. Es el mejor representante de la crónica nacional. Era un escritor levantado en un pedestal por sus lectores. Era un ídolo.

Pero los ídolos también se tiran pedos.

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Imagen: anticipaciones.wordprees.com
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Editor de contenidos en la Revista Consideraciones. Profesor de la UNAM y estudioso del comportamiento de los gatos. El lenguaje lo es todo.