De Norte a Sur Opinión

Ni una lágrima por esta democracia

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unogermango

7 junio, 2016 @ 9:14 am

Ni una lágrima por esta democracia

@unogermango

A los profesores de Oaxaca…

La democracia maloliente

La muerte no siempre duele, pero el muerto terminará inevitablemente apestando. Justo como la democracia mexicana y, en especial, la oaxaqueña.

Hace décadas ya que la democracia en México falleció. Hubo algunos intentos por revivirla, pero en la naturaleza hay cosas imposibles, y dado que, al parecer, está en la naturaleza del mexicano la antidemocracia, la cosa se volvió putrefacta tiempo atrás. Así que, en vista del desahucio, ese malestar doliente empieza a convertirse, más bien, en un alivio. Al muerto hay que enterrarlo y seguir adelante. Ni un solo llanto, entonces, por la democracia.

A la caza del mapache

Gabino Cue, gobernador de Oaxaca, votando.
Gabino Cue, gobernador de Oaxaca, votando.

Hay frases y conceptos inolvidables en este país. Quizá una de las frases más representativas se atribuía al Partido Revolucionario Institucional –partido único y  eterno en el poder–, que sugería la nostalgia del masoquista: “el PRI roba, pero deja robar”. La vocación de miles de mexicanos que repetían la máxima era extirpar unas monedas al vecino mientras alguien más le saqueaba la cartera. En el común acuerdo, sólo había sonrisas coquetas entre ladrones. La vocación de la indignidad, eso era y eso es. Hay que llamarla por su nombre. Y entre la categorización de los saqueadores se encuentra la del “mapache electoral”.

Por eso no sorprende que en Oaxaca el magisterio llamara a sus afiliados a “cazar mapaches”, tierno eufemismo para localizar a los delincuentes electorales. El día de las elecciones, 5 de junio, miles de oaxaqueños se dedicaron a vigilar las centenas de irregularidades que rodearon los comicios. Pero ni toda la ciudadanía podría garantizar esa vigilancia porque contener a la sucia maquinaria priista es, prácticamente, imposible.

Se lee en las redes que la gente no tiene memoria histórica y fácilmente se le culpa a la población por permitirle vivir al Partido “Revolucionario”. Pero nada se puede hacer en los caminos legales contra quien dicta las leyes. Por ejemplo, Alejandro Murat –candidato a gobernador de Oaxaca y heredero de uno de los apellidos más nocivos para el estado–, no podía siquiera ser candidato, pero las constituciones, con dinero, se violan con facilidad. Ahora hay un gobernador electo que no es de Oaxaca, que no vivió en Oaxaca, que no trabaja en Oaxaca y, por ende, que no conoce Oaxaca. Cuando llaman a la gente a ejercer el voto la están convocando a legitimar un asunto que, de inicio, es ilegal.

Por otra parte, nadie sabe cuántos miles de millones de pesos se ocuparon en la campaña de Murat y nadie sabrá porque las alianzas con narcos y caciques no serán investigadas jamás. Pero cualquier inversión de su parte es mínima, porque el estado es riquísimo y está listo para el saqueo. Por eso no es tan sencillo culpar a los votantes por “elegirlo”.

Durante su campaña, la preocupación de Murat era el voto de la gente adinerada. Los votos de los otros, los jodidos, estaban asegurados; en el círculo íntimo de su campaña le llamaban “el voto del hambre”. De ese tamaño es el desprecio. Pero ese voto no estaba asegurado mediante la empatía o el convencimiento. Jamás. Era el voto del miedo, del chantaje, la violencia y la amenaza. En algunos hospitales públicos, se les sugirió a los médicos votar por el PRI; miles de campesinos se vieron forzados a votar por el siniestro candidato porque de no hacerlo, perderían los apoyos que el Estado les otorga para sobrevivir –es un país donde el trabajo del campesino ya no vale nada, un apoyo gubernamental debe ser la diferencia entre comer o morir de hambre–; el día de las elecciones hubo compra masiva de votos, amenazas en casillas, robo de urnas, votos que aparecieron de la nada. Por si fuera poco, ¿quiénes llenaban sus mítines y su festejo de la “victoria”? Cientos de taxistas, camioneros y sindicalistas obligados por sus líderes a asistir bajo amenazas. Ningún trabajador decente quiere al PRI, pero si lo dejan morir, su empleo, su forma de vida, su acceso al mínimo bienestar, muere con el partido.

Caciques, narcotraficantes, delincuentes armados, líderes sindicales corruptos, empresarios sin escrúpulos y asesinos, son el respaldo de Alejandro Murat en su triunfo electoral y en su futuro gobierno. ¿Quién se atreve a enfrentarlos?

La gente tiene memoria histórica, aunque no es necesaria la memoria para vivir el terrible presente. Lo que NO HAY en nuestras filas, en el votante común, en el ciudadano, son fríos asesinos con acceso a millones de pesos y armas, como sí los hay entre la gente del electo gobernador.

Se cazó al mapache. En estas elecciones el triunfo priista salió del fango y todos lo vimos, pero la ley está al servicio de los Murat. El mapache actuó con todo cinismo y bajo el amparo de las autoridades. Es imposible vencer al PRI en Oaxaca.

Por eso, ni una lágrima por esta democracia.

La mano dura, el puño cerrado

A nadie le quepa duda que un cambio verdadero está por venir. Eso prometieron los candidatos y eso es lo que otorgarán. Al menos en Oaxaca así será, aunque no será para bien. Hasta la fecha, muy pocos profesores –en huelga contra la “reforma educativa”– habían sido destituidos a pesar de la amenaza del despido masivo al juntar tres faltas consecutivas. A casi un mes del inicio del paro, los ceses han sido mínimos. Eso se acabó.

Foto: Iveth Arce
Foto: Iveth Arce

El PRI, en Oaxaca, ya no tiene nada que perder. En cualquier momento la policía federal recibirá la orden de desalojar a los maestros del campamento que mantienen en el centro de la capital oaxaqueña y se anunciará el despido de decenas de miles de profesores. No los habían echado por la temporada electoral, pero el triunfo del PRI le garantiza impunidad a Aurelio Nuño –secretario de educación–, quien desea aniquilar al magisterio porque le estorba en sus aspiraciones presidenciales. De haber ordenado antes el ataque, se ponía en riesgo la candidatura de Alejandro Murat. Diez años después de que medio Oaxaca se sublevara –inicialmente con el magisterio y posteriormente con la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO)–, se avecina otra rebelión.

Tres días antes de las elecciones, la sección 22 de la CNTE decidió apoyar al Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y su base hizo proselitismo en todo el estado. Llegaron tarde, por supuesto, porque fue muy evidente que la dirigencia de la sección hizo lo posible por retrasar la adherencia de la CNTE a Morena y así otorgarles el voto magisterial de forma masiva, como castigo a los demás partidos políticos que apoyaron la reforma educativa. La idea de que los profesores convencieran a sus comunidades de votar por esa opción política, llegó con retraso. Alejandro Murat le debe mucho a las cabezas de la sección 22. Nuevamente, una dirigencia sindical traiciona a sus afiliados, pero esta vez su deslealtad les puede quitar todo: trabajo, antigüedad, derechos y, posiblemente, la libertad. Muchos podrían terminar en la cárcel, porque ya no habrá organización que los respalde. Lamentablemente la cárcel no sería el peor de los casos.

La completa muerte de la democracia en Oaxaca, decíamos, no tiene un sentido doloroso, sino de alivio, como cuando por fin fallece alguien cuya agonía ha durado demasiado tiempo. No se necesita ser politólogo para alcanzar a ver la sombra del puño cernido sobre Oaxaca. Los primeros en sentir el golpe serán los profesores en huelga. Pero no será fácil para quienes desean exterminar la educación pública o para los que llegan a saquear Oaxaca.

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Foto: Iveth Arce

En estos últimos dos años, la mayoría de los profesores dedicaron parte de su tiempo a informar a los padres de familia acerca de la dañina “reforma educativa” y las consecuencias que acarrea no sólo al magisterio, sino a todos los que aún reciben una educación gratuita. Eso cambia el panorama, pues mucha gente, en todas las regiones de Oaxaca, está en franco y decidido apoyo a la lucha magisterial. Lo sociedad entendió –al menos parte de ella–, que esta pelea no sólo le corresponde a los maestros, sino a todos los que necesitan educación básica en México.

Miles de policías ya están en Oaxaca, alistando las armas para reprimir a cualquiera que se le atraviese en el camino, y muchos más están en otros lugares listos para viajar al bellísimo estado. En la tradición de lucha social del magisterio se ha vuelto común que los golpeen y los persigan. Pero no será lo mismo recibir a macanazos a un maestro, que perseguir niños y ancianos que rechazan la reforma. En la historia de este país, a los policías no les ha importado, ni un solo momento, a quién masacran. Veremos, entonces, qué sucede cuando la violencia se desate contra los pobladores de Oaxaca, como está sucediendo en Chiapas por las mismas causas.

Por ello es que esta democracia muerta no merece una sola de nuestras lágrimas.

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Foto: Iveth Arce

¿Cómo será el futuro? Entre especialistas se rumoraba que el hijo Murat, el tal Alejandro, tenía muchas desavenencias con el padre, el tal José Murat porque éste manejó por completo su campaña. El padre es una vieja rata de mar; el hijo es una rémora estéril, ignorante en la administración del poder. Se intuye, entonces, que el rompimiento familiar será inminente porque la soberbia de uno es incompatible con la soberbia del otro. Y la mano dura se endurecerá aún más, proveniente de un caprichoso junior acostumbrado a la arbitrariedad. De ahí proviene el alivio: es imposible echar, por medio del sufragio, al PRI, a los gobernantes de Oaxaca, pero queda un último recurso: siempre es probable que cuando la violencia se use para reprimir cualquier inconformidad, se les revierta, y esa fuerza usada contra los oaxaqueños sólo puede resultar en una llama, que es lo que siempre precede al incendio. Eso es algo probado. Pero se necesita que el magisterio resista, como lo hizo hace diez años.

Dicen que el PRI regresó a Oaxaca. Ahora sabemos que nunca se fue, pero es más peligroso que nunca. Hay, en la lucha contra la reforma educativa, una frágil esperanza que debe morir al final, pero con dignidad, en medio de la guerra que el Estado le ha declarado a la población.

No todo está perdido. Oaxaca también está en resistencia.

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Editor de contenidos en la Revista Consideraciones. Profesor de la UNAM y estudioso del comportamiento de los gatos. El lenguaje lo es todo.