Opinión

El asedio a Oaxaca o la obligación de disentir

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unogermango

22 julio, 2015 @ 9:04 pm

El asedio a Oaxaca o la obligación de disentir

@unogermango

En Oaxaca se acabó la fiesta. Las celebraciones veraniegas de la Guelaguetza este año se verán truncadas por la irrupción militar que el gobierno federal ordenó para contener las movilizaciones magisteriales. En los últimos diez años, la fiesta –la celebrada desde las instituciones oficiales– se ha detenido sólo en el 2006, durante la rebelión popular que luego fue conocida en todo el mundo como la primera revuelta social de América en el nuevo siglo.

guelaguetzaDe forma paralela y para no perder la tradición de la Guelaguetza, ese año, el magisterio –una de las partes en conflicto– creó una versión alterna de la fiesta y nació la Guelaguetza Popular como una respuesta a la festividad oficial. La gran diferencia entre éstas es que la oficial es la celebración oaxaqueña por excelencia… pero los oaxaqueños no la disfrutan porque es cara y sólo están para servir al turismo; la otra, por tanto, funciona como el opuesto: es gratuita, incluso para los expositores de comida y artesanías, y los gastos son cubiertos por cuotas que pagan los profesores expresamente para el festejo.

Dos celebraciones de una sola fiesta. Los oaxaqueños saben bien cómo divertirse. Pero eso se acaba en estos días.

La milicia contra la población

“Sólo somos profes, no un ejército. ¿Por qué tanta fuerza militar?”, dice una profesora de primaria cuando ve sobrevolar en el cielo oaxaqueño varios helicópteros militares.

IMG_3758Desde la madrugada del 21 de julio, a la ciudad de Oaxaca han llegado decenas de camionetas militares. Cada convoy que atraviesa la ciudad es, por lo menos, atemorizante. En unas van hacinados los soldados, pero en otras, presumen las modernas armas que esgrimen con el orgullo de quien defiende a su patria de una invasión extranjera. Evidentemente no han pensado en la realidad: contra quienes pretenden utilizarlas es contra los profesores de sus hijos.

El año 2006 es emblemático en la historia del país, pero sobre todo, para la ciudad de Oaxaca. El conflicto que ese año se llevó a cabo entre el Estado y los profesores terminó con una violenta represión militar contra los docentes y contra una de las asociaciones populares que se declararon en rebelión, la APPO (Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca). La cuenta final fue más de una decena de muertos, cientos de detenidos trasladados a penales de alta seguridad, centenares de heridos, la economía de la entidad despedazada y –la ganancia más importante para los gobiernos– una sociedad partida, maniquea, dividida por el odio.

oaxaca2Por ello el año 2006 es emblemático, porque el Estado y los gobiernos pudieron mandar un mensaje a todas las organizaciones sociales: la disidencia se castiga con cárcel, o con la muerte; hacia el Estado sólo funciona la obediencia.

¿Cuánto dinero se ha gastado el gobierno mexicano para armar a su ejército? No lo sabemos del todo, porque las cifras tratan siempre de esconderlas. Pero sí se sabe que, el último viaje a Francia del presidente, tuvo como fondo la compra de helicópteros militares. Asimismo, The Wahington Post investigó que Enrique Peña Nieto ha gastado más de 3,500 millones de dólares en armamento militar sólo a los Estados Unidos. Demasiado dinero para armar a un ejército que en los últimos cien años, sólo ha combatido a su propia población. La lista de agravios del ejército mexicano contra los mexicanos, es inmensa.

PFP-cinco-señores3¿Qué ha hecho el ejército que sea digno de recordar? No se me ocurre nada más que el apoyo a las comunidades afectadas por fenómenos naturales. Y, por supuesto, se agradece, pero para ello no se requieren municiones. Así que, la intención de dotar de balas de esa forma tan espectacular a una armada inútil, es sólo una: van a salir a combatir a sus compatriotas, a asesinar, como es costumbre, a los mexicanos incómodos. Y quizá Oaxaca sea un ejercicio militar para esos fines.

Es evidente que el paseo de los convoyes militares por la ciudad es para mostrar su fuerza. La intención es intimidar. Desde lejos, muy lejos, se escuchan los motores de los helicópteros que ofrecen su espectáculo del miedo. Son varios los años en que el gobierno federal ha negado la militarización del país, pero la realidad puede contradecirlos de manera muy sencilla.

Sorprende ver en las fotografías y en los reportajes televisivos los operativos policiacos y militares contra el crimen organizado, porque la cantidad de elementos castrenses ni siquiera es cercano a la cantidad de policías y militares que llegaron a la ciudad de Oaxaca. ¿De verdad pensarán que la sociedad civil, la población que sostiene a esta nación, es más peligrosa que los narcotraficantes? ¿Para qué nos sirve un ejército que, sin dudarlo, va a disparar sobre nosotros?

La obligación de disentir

Después del año 2006, Oaxaca se dividió en dos bandos: los que odian y odiarán por siempre los movimiento disidentes populares, y quienes simpatizan con la revuelta. Lo curioso y terrible es que sólo un bando tiene bien identificado a los culpables del cisma: a los gobiernos de Oaxaca y al federal; el otro, culpa al movimiento magisterial. Pero no depende de los maestros el destino del estado.

El día de las elecciones, 7 de junio, después de compartir en Facebook una publicación acerca de la detención en la ciudad de Oaxaca de casi cien personas que habían acudido a una marcha de apoyo al boicot electoral (eran las 7 de la tarde y el boicot había concluido, pero como se ha vuelto tradición, las detenciones fueron posteriores, selectivas, contra un incómodo grupo político), recibí la respuesta de un amigo que se mostraba muy indignado por mi “apoyo” a los “imbéciles” que tienen “secuestrada a la educación”. Me invitaba, por cierto, a Oaxaca, para vivir la “zozobra” en que viven los oaxaqueños antes de apoyar o criticar algo que me resulta desconocido por no vivir en el estado.

Hay en sus palabras el sentir de una multitud. Eso es cierto. La lucha que lleva a cabo el magisterio es una lucha de gremio y la han realizado, desde hace décadas, en un área limítrofe con la violencia, la cual se ha rebasado en varias ocasiones provocando desgracias inolvidables. Finalmente, la búsqueda general de la Coordinadora de Trabajadores de la Educación (CNTE) es de mejoría laboral para sus afiliados.

Es comprensible que, en esa lucha, se hayan conseguido enemistades; lo preocupante es que la mayoría de esas animadversiones provengan de la población civil. ¿Por qué es preocupante? Porque en esta ocasión su lucha es en contra de algo que debería provocar la unión social: la reforma educativa. Pero están solos. En Oaxaca es muy difícil que la población sea convocada como apoyo al magisterio. Los sucesos del 2006 aún flotan en el ambiente oaxaqueño y quizá no permitan la unidad. Por otra parte, desde las altas esferas políticas y con ayuda de los medios masivos de comunicación, se promueve aún más la fragmentación social y el repudio al magisterio.

¿Qué hicieron estos últimos dos años los profesores con respecto a la reforma y la sociedad? Quizá tuvieron el tiempo para informar a los padres de familia de los riesgos de la reforma; quizá no. Lo cierto es que la sociedad parece muy conforme, lo cual es un síntoma grave porque significa que la información acerca del tema es la que reciben de la televisión, la radio y, en el menor de los casos, del internet.

No sabemos si en algún momento los profesores buscaron el apoyo popular para contrarrestar la reforma, pero la agudización de las protestas ha molestado sobremanera a los oaxaqueños, que no se han enterado del tren que les pasará por encima. De cualquier forma, este error es de todos nosotros, porque la información no ha sido publicada como es debido y porque informase es asunto personal.

Por otra parte, la desconfianza en los sindicatos es muy alta. Durante décadas, se ha visto a los líderes enriquecerse y desaparecer de la vida pública. Mientras tanto, las decisiones que tomaron fueron abono de la antipatía contra el magisterio; sus cuentas bancarias engordaban al mismo ritmo que crecía la aversión contra el movimiento de los profesores. Ahora, más que nunca, se alcanza a ver que la dirigencia  –inutilizada por un dirigente gris, apocado, y manipulada por el líder de un grupo de violentos porros– está entregando todos los beneficios conseguidos con sangre y vidas durante décadas.

En la respuesta escrita que recibí, existe una palabra que es el telón de fondo, es el sentir de miles de personas que detestan a los profesores oaxaqueños: “zozobra”.

Mi respuesta es: “amigo, aún no conocemos la zozobra”.

¿Cuál es la zozobra de los oaxaqueños? El cierre de calles, carreteras, centros comerciales, toma de gasolineras y casetas de peaje. Básicamente, el libre tránsito. Vivir en la Ciudad de México es acostumbrarse a un tráfico tanto o más complicado que el de Oaxaca. En esta última, puedes atravesar la zona del centro a pie si es que el tráfico enloquece; en la capital es imposible. La Ciudad de México alberga a diario y por lo regular, más de 10 marchas y bloqueos. En los últimos años, ha habido entre 7,000 y 9,000 marchas al año, es decir, el promedio es de aproximadamente 20 al día. Es cotidiano, por lo tanto, se aprende a vivir con ello, sin que eso sea una zozobra.

La zozobra verdadera, la más cruel, apenas está llegando y no es –ni siquiera cercana– culpa del magisterio. México padece una crisis que no había tenido en más de veinte años y es ocasionada por los gobiernos. Lo inconcebible es que estamos en un escenario creado; es mentira que nuestra economía flote en el mundo, como hoja al viento, movida siempre hacia abajo, por los mercados mundiales. Como si fuera un increíble relato de ficción, México fue empobrecido por sus gobernantes para justificar la venta de sus instituciones, de las que hace apenas unas décadas el país se sentía muy orgulloso. A México lo están poniendo a remate. Pero he aquí la zozobra que viene:

No tener acceso a una calle bloqueada por manifestantes es una nimiedad. No habrá acceso a la educación porque las escuelas públicas estarán en ruinas y las opciones serán las escuelas de paga, pero si no tienes el dinero suficiente ¿qué harás?, ¿le venderás tu alma a un banco para poder enviar a tus hijos a la escuela?, para que después, cuando por fin concluyan la universidad, no encuentren trabajo porque la crisis está llamada a ser eterna;

El acceso al Seguro Social, al ISSSTE y a las Secretarías de Salud, está por extinguirse, porque las instituciones públicas de salud han sido desmanteladas y comenzará una mortandad como no se había tenido noticia en México, ya que son mínimos los grupos de personas que pueden pagar por servicios sanitarios dignos;

Ya no existen condiciones laborales que permitan a la gente trabajar con dignidad, la reforma laboral impuesta violenta los derechos humanos y convierte al trabajador en un esclavo moderno, sin derecho a pagos justos, seguridad social, antigüedad, vivienda y jubilación;

IMG_3760No hay acceso a la justicia, porque ésta sólo funciona cuando hay dinero de por medio, y en estos momentos hay miles de personas inocentes encarceladas porque no tuvieron un traductor de su lengua, o el dinero para un abogado, o simplemente porque a los policías les dan bonos monetarios por atrapar a la gente, a quienes le fabrican delitos;

Los impuestos siguen aumentando y el costo de la vida se está convirtiendo en impagable, porque la ambición de los grupos de poder no tiene límite y endeudan a la población para obtener innumerables ganancias, y quienes sostienen toda la riqueza de unos cuantos, son los ciudadanos, lo que ya han sido empobrecidos;

Y finalmente, organizarse para reclamar se volverá una locura, porque ya se sabrá que las grandes organizaciones como la CNTE y Luz y Fuerza del Centro, entre otras varias, fueron arrasadas por la milicia a pesar de su número y fuerza y las eliminaron del mapa político, así que disentir, en ese momento, será inútil y más peligroso de lo que es ahora.

Esa es la zozobra. La vida diaria será una zozobra, si no es que ya lo es para la mayoría de los mexicanos. En verdad que se ve tan pequeño y ridículo preocuparse por bloqueos a calles y comercios frente al futuro tan incierto en que dejarán a los ciudadanos de este país. Odiar a las movilizaciones magisteriales no sirve de mucho, porque los agravios vienen contra todos. Algo es seguro: desear, incluso con toda la fe posible, que masacren a los maestros de Oaxaca, no los librará del futuro. Con maestros de la CNTE o sin ellos, el futuro es humillante para todos.

Ganarse los derechos

Más tarde, después de la llegada de miles de militares a la ciudad de Oaxaca, en un bar del centro de la ciudad, un grupo de amigos discutía, a favor y en contra, de los profesores oaxaqueños. En una arremetida retórica, uno de ellos esgrimió los contundentes argumentos de que los profesores “tienen secuestrada a la educación” y que “violentan nuestros derechos” al impedir el libre tránsito. Los mejores argumentos de las televisoras y los medios afines al gobierno, sostenido por un alcoholizado analista político con la misma fuerza con la que sostenía su sexta cerveza, mientras, alborotado, exigía que “les partieran su puta madre” a los profesores.

¿Cómo es que ese tipo se ganó esos derechos? ¿Qué hizo para ganárselos? En este nuevo México de las evaluaciones, debería realizarse un examen a todos lo que ocupan ese gastado argumento, donde se les inquiera qué han hecho para ocupar derechos de los que ni siquiera conocen su origen. Y si reprueban, no estaría nada mal que se los quitaran, para que lo pensaran varias veces antes de pedir el uso de la fuerza contra quienes pelean por esos beneficios.

La mayoría de los derechos civiles han costado sangre y vidas humanas. Todos los que vivimos en este país hacemos uso de ellos y son muy pocos los que luchan por ellos.

Los profesores están peleando por sus derechos ganados durante décadas. Entre ellos están, por supuesto, los beneficios a su gremio, pero ha habido también logros para los estudiantes y mejoría en las edificios escolares. No es poca cosa en un país en el que la educación pública ha estado en el abandono desde hace más de cincuenta años.

Un ejemplo: la educación pública, laica y gratuita, costó miles de vidas porque los jerarcas católicos apoyaron la invasión extranjera a México, ya que les afectaba directamente. Quienes disfrutamos de ella lo aprendimos en la escuela primaria. ¿Qué pensarán aquellos que fueron a escuelas públicas, pero ahora repudian la defensa de la educación simplemente porque ignoran algunas de las luchas magisteriales? Sinceramente, ¿se merecen ese derecho?

Es necesario utilizar la empatía para, al menos, entender algunas cuestiones que están en las charlas comunes: se dice que los profesores tienen sueldos muy elevados y eso es injusto para el resto de los pobladores; se comenta que lo que hacen afecta a los oaxaqueños y resulta benéfico sólo para los maestros; se quejan mucho, pero tienen mucho dinero, que hasta les alcanza para comprar un auto; la mayoría tiene casa propia; etcétera.

Los derechos adquiridos durante décadas mediante la lucha sindical del magisterio, resulta molesto para muchos pobladores, evidentemente porque ellos no los tienen.IMG_3763

¿No deberíamos pelear todos por derechos y beneficios similares? Sólo no olvidemos, para lograrlo, hay que luchar durante décadas y soportar que, entre nuestros familiares y amigos, haya varios muertos, golpeados, encarcelados, torturados y desaparecidos por la policía y el ejército mexicanos.

Las preguntas, para quienes detestan tan gravemente a los maestros de Oaxaca serían: si tuvieran los derechos, que saben costaron años de lucha, mucha sangre, muchos muertos, ¿cómo los defenderían? Especialmente ahora que están a punto de quitarles todo, absolutamente todo lo ganado, ¿qué harían? ¿Se quedarían viendo la televisión en sus casas? ¿Saldrían a las calles a cerrarlas? ¿A poco dirían: “no, no cerraré ni una calle porque eso violenta el derecho de otros”? ¿Acaso no darían la vida para que no les arrebataran el futuro?

Por ello, desconcierta la actitud de muchas personas, que promueven la disolución con violencia del magisterio oaxaqueño, porque en realidad no les proporcionará ningún beneficio, pero sí les acarreará muchísimos problemas. Y uno prefiere negar un hecho que es, a todas luces, evidente: el odio radica en la envidia. “Si no lo tengo yo, entonces que no lo tenga nadie”. Es preferible negarlo porque si se acepta con todas su letras, lo único que se puede pensar después es que nos merecemos cada humillación, cada agravio de este gobierno. Sólo podría pensar en que somos tan mansos, que no puede considerársenos sino esclavos.

Tenemos la obligación de disentir ante la anulación de nuestros derechos, y tenemos la obligación de apoyar cada uno de los movimientos que se encuentran en resistencia contra las afrentas del Estado, pues ocupamos derechos que no nos ganamos, pero sí los disfrutamos, y a pesar de ello, no respetamos lo suficiente a los luchadores sociales.

No puede ser de otra manera. Simplemente, no cabe la mínima posibilidad, si dignidad y vergüenza se tiene, de estar de acuerdo con lo que los gobiernos hacen con este país.

El fin de la fiesta

Así es como acaba la fiesta de la Guelaguetza en Oaxaca. En estos días sabremos cuánta sangre se riega para acabar con el sindicato más grande de América Latina, para exterminar a esa incomodad que resultan los profesores para los multimillonarios que quieren apoderarse de la educación mexicana. .

Es increíble que no se alcance a notar, para miles de oaxaqueños, lo terrible de la situación. ¿Mandar a miles de militares para reprimir, secuestrar, asesinar y violar a los profesores y profesoras de Oaxaca? ¿En verdad quieren eso los oaxaqueños?

Si es así, la sangre regada también será su culpa. La complicidad les podrá quitar el arma de las manos, pero jamás se las quitará de la conciencia.

 

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Editor de contenidos en la Revista Consideraciones. Profesor de la UNAM y estudioso del comportamiento de los gatos. El lenguaje lo es todo.